Todos necesitamos un hogar, un lugar donde dejar atrás las presiones diarias y sacarnos tantas hojas secas de la cabeza:, la levantada temprano, la cantaleta de la mama,el ruido del trafico. los gritos de jefe, las caras amargas del camino, etc, etc, etc. La gente generalmente sueña con un sitio bien plantado, a unos cuantos pisos arriba del suelo, con un toque moderno y sofisticado;otros con un lugar apartado en contacto con la naturaleza. Por mi parte, un hogar tiene mas que ver con la compañía y la tranquilidad que con el lujo y la sofisticacion.
He vivido en lugares impensables, salí de una casa en el mar con cinco habitaciones, bullicio, alegría y una que otra discusión familiar, un papa silencioso tarareaba canciones mientras sacaba cuentas de cobro con su kilométrico azul y una mama hogareña revoloteando en la cocina mientras ráfagas con olor de ajo y comino se balanceaban en el aire, pasaron por el primer hogar telarañas, murciélagos, vivoras, Tosqui - mi primer perro - mi gato, dos patos, mas de cien peces cuyos nombres olvide, una chiva llamada Motica, Pepe el mico, Lorenzo; un loro deforme que me mordió la lengua, mi tortuga que un día encontré sin patas porque una horda de ratas asesinas no encontraron mas que comer, conejos y ratones curies, un gallo maldito que de niño me hirió los pies con picotazos y algunos otros seres especiales, entre ellos mi hermano Miguelito que se copiaba de Don Ramon en la manera de darme cocotazos, mi hermana Amalfi que siempre fue comparada con unas Jirafa, no por su gustonpor las hojas altas, si no por su cuello, Paulinam, la rubia que moldeo en muchos aspectos mi personalidad, mi tio Ramón que costeaba mi Coca-Cola diaria, mi tía Aida con sus galletas de chocolate, Fabiola, siempre ocupada mostrando sus dientes inferiores cuando la sacaban de quicio y una niña traviesa llamada Heydí- abuelito dime tu - quien jamas me dijo tío por sobrepasarme en edad ocho meses y medio. entre canciones de los Pitufos, Menudo y la Abeja Maya, así se esfumo mi primer hogar, el mal multifacetico, el mas imposible.
Después a uno le toca salir al mundo, empieza uno a darse cuenta que la vida no es un cuento de hadas con final feliz, que un bocado cuesta, que hay que retribuir amor con amor, gastos con gastos, soledad con soledad. Vivi en Barranquilla, una ciudad polvorienta - bien llamada La Arenosa - sin poder amoldarme a su vertiginoso ritmo, y en Venezuela, un Hogar ajeno me acogió unos meses sin éxito, hay sentimientos que no se pueden comprar ni con lazos sanguíneos, como la tolerancia y la comprension, y ahí esta uno de nuevo, solo, en la ciudad de un presidente rojo, comiendo arepas de domino -queso y caraotas negras- al desayuno, viajando en el metro sin destino alguno para olvidar as puertas que se han cerrado y tocar un ventana. Un día cualquiera uno se despierta en un cuarto húmedo y mohoso, viviendo en la casa de un ex-general del ejercito venezolano, estricto con todo su alrededor menos con el hijo vago que vive de sus expensas, un día cualquiera a uno le toca dormir en el suelo y extraña incluso aquella hamaca con un agujero a la orilla de la pelvis ( hagan como que no han leído eso ) y empieza aquel segundo éxodo y vuelve a despertarnos la voz repetitiva de un loro que no deja dormir, en una pensión disfuncional, sucia, donde de vez en cuando una cucaracha entraba por debajo de la puerta y nos sonreía burlescamente diciendo "vete acostumbrando chamo, nos iremos cuando Chavez salga del poder", y yo me arropaba de pie a cabeza para no escucharla cantando el himno nacional.
Vivir con una madre de chamozuela, el marido cubano "Inocente" nombre no directamente proporcional a su personalidad, y sus dos hijas, una mujer hecha y derecha y otra en plena pubertad, dan una nueva perspectiva política a cualquiera, fue un buen hogar de receso antes de volver al primer hogar.
Todo había cambiado en Colombia, todo menos mi madre, papa había muero hacia algunos años, los hermanos se habían ido, algunos, y los que se quedaron se habían multiplicado, retoños parlanchines corrian de un lado a otro, tocaba comparti la cama o el cuarto y ya no habían animales que nos enlazaran con la naturaleza, solo muros, solo el mar a cuarenta y cinco minutos de la casa.
Uno extraña la independencia, uno vuelve emigrar como golondrina oscura que uno es, busca compañía, busca refugio en los amigos y termina en casas embrujadas donde el colchón se mue ve todas las noches y uno se acostumbra y recrea su propia versión del exorcista, uno vive con lujos, con y sin dinero, en lugares decadentes y con reglas extremas y absurdas, terminamos aprendiendo a vivir con fantasmas, con vecinos chismosos - principal cualidad de los vecinos-, con costilla y sin costilla, el calor de alguien abrazándote te hace mas vulnerable y mas humano, pero sobretodo convierte tu entorno, ya sea que vivas bajo un puente o en un palacio, en el mejor lugar para vivir.
Nada reemplaza una madre y su sazón mágica y única, nada reemplaza dormir abrazado con alguien que quieres.
He vivido en lugares impensables, salí de una casa en el mar con cinco habitaciones, bullicio, alegría y una que otra discusión familiar, un papa silencioso tarareaba canciones mientras sacaba cuentas de cobro con su kilométrico azul y una mama hogareña revoloteando en la cocina mientras ráfagas con olor de ajo y comino se balanceaban en el aire, pasaron por el primer hogar telarañas, murciélagos, vivoras, Tosqui - mi primer perro - mi gato, dos patos, mas de cien peces cuyos nombres olvide, una chiva llamada Motica, Pepe el mico, Lorenzo; un loro deforme que me mordió la lengua, mi tortuga que un día encontré sin patas porque una horda de ratas asesinas no encontraron mas que comer, conejos y ratones curies, un gallo maldito que de niño me hirió los pies con picotazos y algunos otros seres especiales, entre ellos mi hermano Miguelito que se copiaba de Don Ramon en la manera de darme cocotazos, mi hermana Amalfi que siempre fue comparada con unas Jirafa, no por su gustonpor las hojas altas, si no por su cuello, Paulinam, la rubia que moldeo en muchos aspectos mi personalidad, mi tio Ramón que costeaba mi Coca-Cola diaria, mi tía Aida con sus galletas de chocolate, Fabiola, siempre ocupada mostrando sus dientes inferiores cuando la sacaban de quicio y una niña traviesa llamada Heydí- abuelito dime tu - quien jamas me dijo tío por sobrepasarme en edad ocho meses y medio. entre canciones de los Pitufos, Menudo y la Abeja Maya, así se esfumo mi primer hogar, el mal multifacetico, el mas imposible.
Después a uno le toca salir al mundo, empieza uno a darse cuenta que la vida no es un cuento de hadas con final feliz, que un bocado cuesta, que hay que retribuir amor con amor, gastos con gastos, soledad con soledad. Vivi en Barranquilla, una ciudad polvorienta - bien llamada La Arenosa - sin poder amoldarme a su vertiginoso ritmo, y en Venezuela, un Hogar ajeno me acogió unos meses sin éxito, hay sentimientos que no se pueden comprar ni con lazos sanguíneos, como la tolerancia y la comprension, y ahí esta uno de nuevo, solo, en la ciudad de un presidente rojo, comiendo arepas de domino -queso y caraotas negras- al desayuno, viajando en el metro sin destino alguno para olvidar as puertas que se han cerrado y tocar un ventana. Un día cualquiera uno se despierta en un cuarto húmedo y mohoso, viviendo en la casa de un ex-general del ejercito venezolano, estricto con todo su alrededor menos con el hijo vago que vive de sus expensas, un día cualquiera a uno le toca dormir en el suelo y extraña incluso aquella hamaca con un agujero a la orilla de la pelvis ( hagan como que no han leído eso ) y empieza aquel segundo éxodo y vuelve a despertarnos la voz repetitiva de un loro que no deja dormir, en una pensión disfuncional, sucia, donde de vez en cuando una cucaracha entraba por debajo de la puerta y nos sonreía burlescamente diciendo "vete acostumbrando chamo, nos iremos cuando Chavez salga del poder", y yo me arropaba de pie a cabeza para no escucharla cantando el himno nacional.
Vivir con una madre de chamozuela, el marido cubano "Inocente" nombre no directamente proporcional a su personalidad, y sus dos hijas, una mujer hecha y derecha y otra en plena pubertad, dan una nueva perspectiva política a cualquiera, fue un buen hogar de receso antes de volver al primer hogar.
Todo había cambiado en Colombia, todo menos mi madre, papa había muero hacia algunos años, los hermanos se habían ido, algunos, y los que se quedaron se habían multiplicado, retoños parlanchines corrian de un lado a otro, tocaba comparti la cama o el cuarto y ya no habían animales que nos enlazaran con la naturaleza, solo muros, solo el mar a cuarenta y cinco minutos de la casa.
Uno extraña la independencia, uno vuelve emigrar como golondrina oscura que uno es, busca compañía, busca refugio en los amigos y termina en casas embrujadas donde el colchón se mue ve todas las noches y uno se acostumbra y recrea su propia versión del exorcista, uno vive con lujos, con y sin dinero, en lugares decadentes y con reglas extremas y absurdas, terminamos aprendiendo a vivir con fantasmas, con vecinos chismosos - principal cualidad de los vecinos-, con costilla y sin costilla, el calor de alguien abrazándote te hace mas vulnerable y mas humano, pero sobretodo convierte tu entorno, ya sea que vivas bajo un puente o en un palacio, en el mejor lugar para vivir.
Nada reemplaza una madre y su sazón mágica y única, nada reemplaza dormir abrazado con alguien que quieres.
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